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Uno de los objetivos para científicos y dirigentes es que el hidrógeno, el gas más abundante del universo, deje de ser tan peligroso y pueda almacenarse y transportarse de manera segura.

Y eso, ¿qué ocasionaría? En primer lugar, su precio se reduciría y podría utilizarse como alternativa a los combustibles fósiles, aquellos que, entre otras cosas, participan y provocan el calentamiento global. Además, se convertiría en un sustituto menos contaminante del gas, sobre todo ahora que Europa quiere cortar lazos con Rusia.

En este contexto, España quiere convertirse en líder mundial en la producción de hidrógeno verde. Por ello, ya ha presentado el 20% de los proyectos mundiales en lo que llevamos de año, solo superados por Estados Unidos.

“La economía del hidrógeno plantea un escenario distinto porque pretende que sea a partir de todas las energías renovables que tengamos en nuestro país. Y que lo que la energía solar o fotovoltaica que no consumamos de modo eléctrico la utilicemos para producir hidrógeno verde que se convierta en un combustible alternativo, un sustituto para el gas natural en nuestros hogares, la gasolina en nuestros coches o al carbón. En definitiva, cambiar de un hidrógeno basado en combustibles fósiles a otro producido con energías renovables”. Decía Javier Brey, presidente de la Asociación del Hidrógeno (AeH2).

Sin embargo, falta por resolver el problema del transporte. Para ello, desde el gobierno español, se debería reactivar la construcción del gaseoducto Midcat que une Cataluña con Francia. Además, ese gaseoducto permitiría suministrar gas que llega a España de Arabia Saudí, Kuwait o Catar.

Es en lo que se basan los defensores del hidrógeno para creer que esta podría ser la solución más ecológica para algunas de las industrias más contaminantes, incluyendo el transporte, la producción química y de acero, y la generación de energía.

Hidrógeno Verde para todos

 Hasta este momento, se usaban hidrocarburos para generar energía, pero la comercialización del hidrógeno verde de manera masiva podría limpiar nuestras carreteras de CO2.

Es 100% sostenible, aunque mucho más caro de producir que el hidrógeno tradicional. Se obtiene descomponiendo el agua con energías renovables como el sol y el viento, usando un proceso llamado electrólisis.

Esta es una de las eternas promesas de combustibles alternativos a los fósiles y emisores de gases de efecto invernadero. Sin embargo, los expertos están convencidos de que se cumplirá el objetivo de empezar a propulsar su consumo en 2030.